lunes, 30 de junio de 2014

Una de efectos secundarios con mellizos

Pues sí. Tengo muchas cosas buenas que contar, experiencias excepcionales e inimaginables, ideas que me rondan la cabeza cuando estoy con Chip y Chop, pero de vez en cuando además de cal, hay arena.

Hoy quiero hablaros de los "efectos secundarios" de tener mellizos. Que el cansancio es una constante, eso no hay ni qué decirlo, pero es cierto que se va llevando medio en condiciones. Para mí, lo peor son los achaques que van surgiendo sumados a algunos que quedaron del parto. Leo por ahí que hasta un año o año y pico después del parto no estás recolocada, así que no voy a perder la esperanza.

- Dolor de espalda: en todas sus acepciones, centímetros y formas.
  • Aún tengo un dolor residual de los pinchazos de la epidural que se notan sobre todo al agacharme o estar tumabada boca arriba. Siento como si tuviera un cardenal en las vértebras.
  • Contracturas: creo que todas. Cervicales, dorsales, lumbares... Toda mi espalda es una contractura en sí, lo que provoca que el poco descanso que tengo sea complicado e incómodo. Consejo: mucho ojo con la postura a la hora de dar el pecho, porque no le damos mucha importancia y al final pasa factura, y antes de lo que pensamos.
- Tendinitis en las muñecas: andar cogiendo y dejando a los peques me tiene las manos doloridas y las muñecas abiertas, y el dolor se está extendiendo al codo.
- Los huesos: no sé qué pasa, pero la cadera está hecha cisco, casi como en la recta final del embarazo, que no podía dormir tranquila de la presión que sentía en los huesos. Muchos me dicen que es porque están recolocándose... Será eso, no sé. 
- Caída del pelo: impresionante. De buenas a primeras empieza a caerse el pelo que me hace plantearme cuál es la media de cabellos en la cabeza de un humano, porque a estas alturas debería estar calva. Lo gracioso es que no sé la causa porque como bien, dieta equilibrada, etcétera, etcétera. 

Hace unos días fui al médico alertada por esta decadencia y su repsuesta fue "hija, qué quieres, son dos". Y me recetó hierro y a casita.

Así visto parece el final de mi existencia, pero más o menos se sobrelleva, sobre todo cuando en mitad de una toma, con el cuello retorcido, Chop girándose sola en el otro lado de la cama (¿cómo ha llegado allí?), y habiendo dormido apenas dos horas, te devuelven esas preciosas sonrisas y un aguuu que te hace olvidarte de todo.

martes, 10 de junio de 2014

Sencilla reflexión nocturna

Pasan algunos minutos de las 4 am y más dormida que despierta inicio un nuevo turno de teta para los niños. Hace mucho calor o, al menos, yo tengo mucho calor. La falta de sueño es, sin duda, lo más duro de ser madre, porque el cansancio lo mella todo, se oxida el ánimo y las fuerzas se diluyen, la visión se vuelve gris y tormentosa, y el estrés acaba campando a sus anchas por tu mente, que se confunde. Pero despertarse hoy a estas horas sin apenas haber dormido previamente otras dos, tiene una grata recompensa. Sentir a mis dos hijos conmigo, a estos dos personajes evolucionar, crecer y ser amamantados. Qué experiencia tan bella y completa la de amamantar a un hijo... Y a dos.... Les observo con la mente perdida imaginando lo que recorre sus cabezas, cómo serán, cómo sonreirán, sus manías y dificultades, la textura de su pelo y el brillo definitivo de sus ojos... Aquí y ahora dormitan en en mi regazo mientras sacian su hambre y su sed gracias a mi pecho. Los alimento y consuelo. Con sus manitas rodean mis pechos y hacen presión o simplemente se relajan, sus naricitas apoyan delicadamente en mi piel oliendo a protección y paz... Los abrazo a cada uno por un costado, les beso la frente, acaricio suavemente sus orejitas y les susurro cuánto les quiero, que aunque no me entiendan aún, mamá está aquí ya para siempre. Y Carlos se inquieta chupando con fuerza y abriendo sus manitas, y Nayra sigue su pequeño ritmo tranquilo... Y suspiran, y les oigo tragar y descansar... Y soy incapaz de comprender plenamente  qué siento... Paz o amor o dicha u orgullo o todo junto... Y cansancio que me impide expresar todo lo que mi sangre grita. Ahora están relajados, saciados, y pequeños hilos de leche les corren por la comisura... Sueñan... Y no puedo captar este instante sumamente bello porque la oscuridad es nuestra cómplice. Es protectora de este momento íntimo, ellos y yo, mamá que creó y portó y alumbró vida, ahora alimenta con amor y leche, un vínculo que espero que siga vivo en mi corazón. Lucho contra el calor y el sueño porque no quiero perderme ni un minuto de lo que sucede. Y entiendo que todo esta en orden. Acaricio sus piernecitas que cuelgan a cada uno de mis lados, les beso la frente... Quiero dejarlos en su cunita para que sigan creando dulces sueños y poder descansar un poco, pero estoy hipnotizada con sus respiraciones, con sus caricias involuntarias... Y sé que en un ratito volverá a cobrar vida este maravilloso instante, entonces flanqueado por dos flamantes sonrisas cuando despierte, cuando asome a su cuna y me den esos buenos días que sólo un bebé sabe ofrecer a su madre. Llega el momento de darles sus "tres besitos de dormir" y dejarles soñando y creciendo en amor. Y yo de intentar descansar para que el ánimo y la alegría sigan colonizando mi cuerpo y mi mente, para seguir con atención estos bellos y efímeros instantes. El papá duerme tranquilo... Los bebés comienzan a soñar... Y yo soy cómplice única y público de lujo de cada noche, en silencio; una función de un único espectador privilegiado que vela por sus descansos. Puede que en breve haya llanto en la cuna, pero esa es ya otra función.